El mejor ejemplo para comprobar su historia es la capital, La Valeta, un modelo admirable de ciudad fortificada y nobiliaria, con espléndidos ejemplos barrocos pero que también tiene un cierto aire árabe debido al color amarillento de su piedra caliza. La ciudad fue diseñada por el Gran Maestre Jean de La Vallette, que le dio nombre, tras resistir el asedio de Saladino y los suyos en 1565 y es la primera que se construyó en Europa siguiendo las pautas de un plano bosquejado previamente, incluyendo alcantarillado, drenaje de las aguas, estructuras simétricas e iluminación por antorchas en las esquinas, siempre de la mano de una figura religiosa.
Se dice que hay tantas iglesias como días en el año y algunas de ellas son magníficos ejemplos arquitectónicos, como la catedral de San Juan, que alberga varios fantásticos Caravaggio, sobre todo el célebre “La decapitación de San Juan Bautista” y una decoración deslumbrante, o las iglesias de los carmelitas, de Santa Bárbara o de Porto Salvo. Hay para elegir, porque si hay algo de lo que Malta pueda presumir es del número de iglesias. Más de 300, algunos dicen que hay 365 entre Malta y Gozo, tantas como días en el año, casi todas de los siglos XVII y XVIII.
Pero además, de norte a sur, de este a oeste, los 246 kilómetros cuadrados de Malta esconden tesoros arqueológicos, aguas en las que perderse buceando, fortificaciones para viajar a otros siglos, playas de original belleza, escenarios naturales de cuento... Los pueblos se juntan en el horizonte, como un todo. Dicen que sólo los lugareños saben en qué calle empieza un municipio y acaba otro. Aunque aquí nadie parece interesado en poner límites a su territorio. La gente es abierta, sencilla, amable y muy, muy tranquila.
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