Aranda de Duero apuesta por conquistar a través de los cinco sentidos durante el invierno con una escapada a esta comarca de ensueño. Las escapadas de fin de semana y las festividades que marcan el calendario sirven para desconectar y cargar pilas. Aranda de Duero presenta sus propuestas a todo aquel viajero que decida pasar unos días de relax en un alojamiento con encanto, rodeado de viñas, donde gastronomía, cultura y paisaje van de la mano. Prepara la maleta, la Ribera del Duero te da la bienvenida a su casa.
Pensar en el invierno, lleva directamente a hacerlo en días festivos donde estar rodeado de amigos, familia o, de los más afortunados, en pareja, es un clásico. Dejar que los sentidos queden embaucados este invierno con un escenario de fondo tiene un nombre: Aranda de Duero. El viajero podrá sentirla como suya durante unos días, permitiendo que la retina admire y guarde para sí la estampa que ofrece esta localidad burgalesa. Su excelente ubicación en el mapa le permite ser receptora de recibir las constantes e innumerables visitas de viajeros procedentes de todos los rincones de la geografía española.
Conocedora de lo que necesita un buen aventurero, Aranda de Duero muestra un sinfín de propuestas en las que disfrutar con los cinco sentidos:
Pensar en el invierno, lleva directamente a hacerlo en días festivos donde estar rodeado de amigos, familia o, de los más afortunados, en pareja, es un clásico. Dejar que los sentidos queden embaucados este invierno con un escenario de fondo tiene un nombre: Aranda de Duero. El viajero podrá sentirla como suya durante unos días, permitiendo que la retina admire y guarde para sí la estampa que ofrece esta localidad burgalesa. Su excelente ubicación en el mapa le permite ser receptora de recibir las constantes e innumerables visitas de viajeros procedentes de todos los rincones de la geografía española.
Conocedora de lo que necesita un buen aventurero, Aranda de Duero muestra un sinfín de propuestas en las que disfrutar con los cinco sentidos:
Vista. Admirar el paisaje cultural y natural que Aranda de Duero presenta, no tiene precio. El Medievo, el Renacimiento o el Barroco hacen su particular manifestación en las elegantes residencias palaciegas, en sus iglesias -como la imponente Iglesia de Santa María, acogedora de sus recientes Edades del Hombre-, o las casas de antaño. Y además, asombrosas son sus bodegas, algunas tan mágicas como las que se encuentran en el subsuelo de esta localidad.
Oído. Escuchar, y no oír, todo lo que Aranda de Duero cuenta a través de sus rincones, plazas, iglesias, montes y colinas, de sus fortalezas, de ella en sí misma y de su pasado medieval donde se sucedieron historias como las que relatan algunos episodios del Cantar del Mio Cid.
Tacto. Que el cuerpo se deje llevar por una actividad física saludable se convierte en un atractivo para muchos turistas. Por eso te recomendamos deslizarte por la pista de hielo de la Plaza Mayor o participar en la San Silvestre del 31 de diciembre. Una carrera que reúne cada año a más de 4.000 divertidos participantes, por algo Aranda de Duero se ha convertido en la capital del atletismo español.
Olfato. En Aranda y su comarca se respira el aire húmedo del invierno, el olor de la nieve caída entre los pinos, la tierra mojada de unos pagos cuyas cepas, adormiladas por el frío, esperan un año más el milagro de la vida. Es el momento idóneo para llevar a cabo una visita por cualquiera de los establecimientos asociados a la Ruta del vino Ribera del Duero y brindar por el nuevo año con un buen vino.
Y para dejar un buen sabor de boca: el gusto. Saborear Aranda a través de sus platos. Pedir un lechazo y disfrutar de lo auténtico, junto al fuego de una chimenea. Compartir un sabroso cordero lechal, acompañado de morcilla del país, la torta de aceite y la lechuga de la huerta. Sabores de ahora y de siempre. Y cómo no, para los golosos, el acompañamiento de los empiñonados, las yemas y los dulces horneados en los conventos de las monjas.
Los sentidos no engañan. Es un verdadero placer pasar unos días en la capital ribereña. Aranda de Duero, la ribera que gusta.
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