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sábado, 7 de diciembre de 2013

Cantabria reivindica su lugar como destino gastronómico

La gastronomía de Cantabria está ahora un poco más cerca de Cataluña. Tres vuelos semanales conectan durante todo este invierno las capitales de las dos comunidades autónomas con un total de 23.000 asientos. Esta nueva ruta busca tanto conectar a los cántabros con los 111 destinos Vueling como convertir Cantabria en un destino turístico para los catalanes.

Destino turístico y, sobre todo, gastronómico. Al menos esa es la voluntad de la Consejería de Innovación, Industria, Turismo y Comercio del Gobierno de Cantabria, que junto a Vueling llevaron a cabo la experiencia a bordo Flying Chefs el pasado 5 de noviembre. Los pasajeros del vuelo regular VY1590 se encontraron con un inesperado showcooking en las nubes, ofrecido por Nacho Solana, del restaurante Solana, y Fernando Sainz de la Maza, del restaurante El Serbal. Los chefs, estrellas Michelín y soles Repsol, ofrecieron a los viajeros una pequeña cata de la gastronomía cántabra a modo de tapa: anchoas del Cantábrico y queso artesano de vaca en la de Sainz de la Maza y pulpo con fondo de escabeche, rocas de patata y huevas de trucha en la de Solana. El vino corrió a cargo de Asier Alonso, de las Bodegas Sel d’Aiz.
Flying Chefs es únicamente una cata en las nubes de lo que los turistas pueden encontrarse cuando aterricen en tierras cántabras. La oferta gastronómica es muy amplia, e  incluye desde tabernas tradicionales hasta locales modernos y de vanguardia como Annua, Cenador de Amós, el Nuevo Molino y los restaurantes de los dos chefs participantes en la experiencia Flying Chefs, El Serbal y Solana.

Santander cuenta con la oferta gastronómica que ofrece el restaurante El Serbal desde 1999. Tan solo cuatro años después, su chef ejecutivo, Fernando Sainz de la Maza, consiguió su estrella Michelín. Después de dos reformas, El Serbal es actualmente un local con capacidad para 65 comensales, acogedor y moderno. La propuesta de este restaurante, situado en la calle Andrés del Río, 7, se basa en productos de calidad y de la tierra.


                 
                      Carpaccio de bonito del Cantábrico
                          con su tartar y vinagreta de
                           cebolleta y piñones
Arroz con cachón en tinta
con langostino en tempura
y suave ali-oli


                 
                      Torrija de sobao pasiego con helado
                   de canela al orujo de Liébana
Hojaldre de rabo de vaca pinta en
su jugo con foie y hongos


Otra cita obligada dentro del núcleo de Santander es La Bodega del Riojano, un local que nació en 1938 y tras un lavado de cara y gerencia, volvió a reabrir sus puertas en 2009. Su gran comedor principal está decorado con 109 barricas ilustradas con las obras de grandes artistas españoles, que forman el que se conoce como el Museo Redondo. Una decoración artística que hace viajar en el tiempo que acompaña y completa los platos de su carta, que siguen la máxima “en la sencillez está el gusto”.

                  
                          



Si en la Bodega del Riojano la tradición empapa desde barricas hasta carta, en el restaurante Solana esta da la mano a una con la modernidad. Este restaurante está situado a medio camino entre Santander y Bilbao, en la llamada Cuenca de Asón, justo delante del Santuario de la Bien Aparecida. El interior del restaurante, elegante y moderno, contrasta con el paisaje que se ve a través de sus grandes ventanales. Esa unión entre modernidad y tradición está presente también en la carta, creada bajo el lema “Naturaleza, producto y sabor” y aderezada siempre con la creatividad de Nacho Solana, que ha conseguido transformar un local tradicional y familiar en un referente dentro de la gastronomía cántabra.



                 
                Refresco de tomate de
               temporada con naranja

Croqueta de bacalao



                 
                 Alcachofa a la plancha
       "sin nada"
Royal de foie caramelizado
con espuma de avellana

                 
                       Fideuá de chipirón de guadaña, sus
                         tintas, ali-oli y "aire de agua de mar"
Boletus-pichón-huevo


                 
                      Merluza de anzuelo de la costa de
                       Laredo al pil-pil de sus propias rastas
A modo de chuletón, ventresca de
atún rojo a la piedra de sal "in situ"


Huevo frito de corral

La gastronomía no es patrimonio único de restaurantes y tabernas. El turismo gastronómico de Cantabria pasa obligatoriamente por el vino y el queso. Las Bodegas Sel d’Aiz, regentadas por Asier Alonso y Miriam Pinto. Situada en el Valle del Pas, a una altura de 463 metros, estas bodegas cuentan con el sello de calidad Garantía Pasiega. Forman parte de la Ruta del Sello de Garantía Pasiega, dentro de la que ofrecen visitas a sus bodegas y a sus viñedos (previa reserva) acompañado por una cata de vinos.

                 
                      Los vinos de las Bodegas Sel d'Aiz
Viñedo de las Bodegas Sel d'Aiz
               
Recuperando la tradición lechera cántabra, es obligada una parada a la quesería La Jarradilla, nacida del deseo de seguir viviendo en el campo y, sobre todo, del campo. La Jarradilla, perteneciente a una familia tradicionalmente ganadera, elabora sus quesos con leche de su propia ganadería, apostando por el sabor y rehuyendo los sabores de los productos prostituidos fabricados de forma industrial. Sus quesos conforman un arco de sabores que van desde el queso fresco, muy suave, hasta los quesos Divirin de 50 y 70 días de curación, pasando por la regusto ácido que deja la crema de queso y la evidente acidez de su queso pasiego. Además, en la tienda venden una mantequilla artesanal cremosa y suave que nada tiene que ver con la que se puede encontrar en cualquier supermercado.

                 
                       Quesos: fresco, crema, pasiego,
                      Divirin 50 días curación y
                    70 días curación (de izq. a der.)
Mantequilla y membrillo
 artesanal
La gastronomía cántabra, desde sus tabernas más tradicionales hasta sus restaurantes más modernos, reivindica su lugar en el mapa gastronómico español. Sus carnes, pescados, quesos y vinos aguardan a aquellos turistas gastronómicos que se acerquen a Cantabria, ahora a tan solo una hora y cuarto de distancia –surcando el cielo– desde Barcelona.

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